Anécdotas deportivistas (V): Un árbitro “de color” en Riazor
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Anécdotas deportivistas (V): Un árbitro “de color” en Riazor


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En la temporada 1980-81, hace ya la friolera cantidad de casi 40 años, el Deportivo disputó su única temporada en Segunda División B, tras descender el año anterior con una puntuación que casi nunca significaba bajar de categoría. Pero ya se sabe cómo somos aquí, bajamos un año con muchos puntos, otro año nos salvamos con muchos menos, subimos con récord de puntos, otro año subimos con 23 puntos menos… En fin, que ese año jugamos en la categoría de bronce y subimos al primer intento. Otra buena costumbre que teníamos aquí y que chafamos la temporada pasada.

En 1981 en La Coruña era muy complicado encontrar extranjeros que vivieran en la ciudad. Era incluso poco frecuente encontrar gente que no fuera gallega. Eran los años en los que los coches iban por María Pita y por Riego de Agua, nuestros centros comerciales eran El Pote, Barros y Maisonfor y no había coruñés que no hubiese quedado alguna vez a las 6 en el Avenida con sus amigos.

El 3 de enero de 1981 el Deportivo jugaba en Riazor ante el Huesca en uno de los últimos partidos de la primera vuelta. Ese día acudí al estadio a ver el encuentro en la tribuna provisional que se había montado mientras se construía la nueva para el Mundial 82. Se entraba por la puerta que hay entre las taquillas del palacio de los deportes y la piscina de Riazor. Se veía a la izquierda la antigua grada de Lateral de Marcador, las dos preferencias y la añorada Grada Elevada que tanto nos gustaba. La tribuna provisional se levantaba detrás de la portería donde está ahora la grada de Pabellón y donde entonces no había nada. A la derecha se veía la calle de Manuel Murguía pasando los coches. El campo estaba embarrado, como correspondía a un campo de Segunda B en invierno y la gente en esa tribuna se sentaba donde le daba la gana, porque había sitio para todo el mundo. 

Y mientras los Piña, Silvi, Traba, José Luis, Castro, etc. deambulaban por el césped, alguien levantó la voz y exclamó: “Anda, pero si el árbitro es negro!” En aquella época se podía decir esa expresión sin que nadie fuese tachado de nada. Nosotros que íbamos a El Pote a ver a un rey Baltasar embadurnado de betún estábamos intrigados por saber quién podía ser aquel individuo que arbitraba un partido de Segunda B y que, dicho sea de paso, no lo hizo nada mal. Al día siguiente pude ver en el periódico que había arbitrado “el colegiado de color (sic), Sam Etoha”. Como si el color de la piel fuese determinante para arbitrar… Cosas de otra época.

El colegiado Benito Sam Etoha era un árbitro ecuatoguineano que ejerció de trencilla 3 años en Segunda B y algunos años más en divisiones inferiores por Castilla, y por lo que he podido encontrar en internet estos días, pertenecía a una familia afincada en la península desde muchos años antes. Lo que pasa es que en la España de 1981 y más en nuestra ciudad, encontrar una persona “de color” era bastante infrecuente. Hoy ya no es así. Y es que 40 años son muchos años.

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