Los clubes profesionales dedican un buen pellizco de sus presupuestos para destinarlo a la formación de sus futbolistas desde una edad temprana. El objetivo es tratar de sacar alguna perla para el primer equipo, pero no resulta nada fácil. La principal razón es que si un chaval apunta maneras, que se le ven condiciones, los ojeadores pasan sus informes y los grandes se lanzan a por ellos. Real Madrid y Barcelona, por poner un ejemplo, tienen su propia fábrica de talentos, pero se nutren de otras canteras.
Los clubes poderosos ‘convencen’ a los padres con argumentos económicos y de futuro para sus hijos. Son ofertas irresistibles, tentadoras y definitivas. Al Depor, por ejemplo, le pasó al igual que otros muchos clubes de la Liga española.
Me explicaba un conocido presidente de Primera División no hace mucho tiempo que si la reglamentación no le obligara no tendría cantera, sino un acuerdo económico con el fútbol de su ciudad para la formación de jóvenes futbolistas y que el dinero que asignan a sus equipos inferiores actualmente lo destinaría a la primera plantilla, porque tenía la sensación de que lo tira a la basura. La cantera es una milonga que conlleva más gasto que beneficio.
