Pocos, por no decir nadie, daban un duro por un Depor que caminó al filo del abismo durante media temporada. Era un equipo errante, sin alma, sin dirección y con unos jugadores que dudaban de su capacidad. La Segunda B acechaba hasta hace pocas semanas cuando el club, de repente, cambió de manos y también de tanto derrotismo instalado en su seno, viéndose incapaz de mantener firme el timón de una nave sin rumbo.
La llegada de Fernando Vidal ha permitido entrar en una nueva dinámica al rodearse de consejeros que representan muchas sensibilidades dentro de un deportivismo que estaba fracturado. A ello se une la búsqueda de soluciones económicas de urgencia y la clarividencia de que su tocayo Fernando Vázquez era el técnico más adecuado para liderar a un vestuario roto y sin esperanzas.
Se hizo el milagro. El ‘profesor’ se enfundó el chándal y se puso manos a la obra. En Abegondo, además del físico, hay de fondo mucho entrenamiento de fortaleza mental. Horas y horas dedicó Fernando Vázquez a mantener conversaciones colectivas y privadas, a enseñar que trabajando en equipo se logran objetivos. Seis victorias consecutivas (siete con la que se cerró el año) vienen a demostrar que ahora sí hay equipo y que se puede volver a soñar.
