EL ILUSTRE MOSQUETERO
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Estamos ante el deportista español más grande de la historia, Rafa Nadal. Es complicado buscar adjetivos para definir a un tenista cuyas lágrimas en la pista de tierra de París hablan de perpetuidad, inmortalidad y eternidad, pero como decía un cronista en la retransmisión, también nos evocan sacrificio, esfuerzo y perseverancia. Su sello personal.

No hace mucho tiempo Rafa sufrió un bajón importante en su juego a causa de una lesión en la rodilla. Se equivocaron muchos de los que le daban por muerto, que la llama de un ganador nato se había extinguido. Todo lo contrario, resurgió como solo lo hacen los dioses del deporte. Pero aún en el caso de haberse acabado, los aficionados al deporte le debemos la alegría de sentirnos tan dignamente representados por un deportista ejemplar, que nos emocionó y nos llenó de orgullo.

Rafa Nadal, con su décimo título en París, se convierte en un mito que devora a la leyenda del tenis mundial

Somos muy dados a derribar mitos, como en el caso de Fernando Alonso, que puso la Fórmula Uno en el epicentro de la actualidad deportiva en nuestro país y que tantas satisfacciones nos dio cuando se coronó campeón del mundo en dos ocasiones. Pero ha escrito páginas históricas. Merece el respeto, aunque hoy las cosas no le rueden bien.

Nadal destrozó a la leyenda. Hoy hablamos de un mito y pasarán algunas generaciones antes de que podamos volver a vivir, si se logra, otra gesta igual. En definitiva, un dios.

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