Dicho así y tras conquistar el oro en los Europeos de 2013 y 2017, la plata en el Mundial de 2014 y en los Juegos Olímpicos de Río y el bronce en el Europeo de 2015 y ahora en el Mundial de 2018, la última presea puede parecer menor. Nada más lejos de la realidad.
El tercer puesto en ‘su’ Mundial tiene un mérito enorme habida cuenta las circunstancias y vicisitudes por las que tuvo que pasar el equipo. Para empezar y como suele decir el seleccionador, Lucas Mondelo, el equipo jugó sin su Pau Gasol. Es decir, sin Sancho Lyttle, por una grave lesión de rodilla.
Después, España tuvo que ir solventando sobre la marcha lesiones menores de jugadoras vitales que les impidieron rendir a su mejor nivel, como Alba Torrens, una de las mejores aleros del mundo, que apenas tuvo una semana de entrenamientos y fue durante el propio Mundial cuando tuvo que ir dando pequeños pasos.
La base llamada a ser titular, Silvia Domínguez, apenas pudo jugar porque no llegó en condiciones. Anna Cruz tampoco estuvo al 100% por problemas de rodilla y también padeció molestias Laura Nicholls. Así, el equipo no pudo ofrecer su mejor juego y las críticas apuntaron a la responsabilidad de jugar en casa como fuente de sus problemas.
Por tanto, la victoria contra Japón, el primer día, y, sobre todo, contra Canadá en cuartos de final fueron una muestra del espíritu de campeón de este grupo. En semifinales, España luchó contra Australia y Liz Cambage, la gigante de 2.03 metros, a la que estuvo a punto de doblegar.
La fiesta terminó contra Bélgica, verdugo en la fase grupos. España aprendió la lección y se la devolvió con creces. Seis podios en las grandes competiciones han disputado en los últimos seis años solo lo pueden decir estas jugadoras.
