L a exención médica que ha recibido Novak Djokovic para disputar la próxima edición del Open de Australia, al no estar vacunado contra el Covid-19, ha indignado al resto de tenistas y a los residentes del país donde se celebra el primer Grand Slam de la temporada tras sufrir más de dieciocho meses el cierre de sus fronteras debido a la pandemia.
Pero, como enuncia la Ley de Pudder, ‘todo lo que empieza mal acaba peor’ y una vez más se ha cumplido ya que el serbio tuvo que ser retenido en la frontera de la nación oceánica tras cometer un error al rellenar su visado y no especificar que había recibido una ‘atención’ de los galenos para entrar en el territorio. Este ‘cariño’ de los doctores sorprende y más por ser los encargados de velar por la salud en un momento tan delicado como en el que nos encontramos.
Si Nole no quiere vacunarse está en su derecho, faltaría más, pero entonces debería quedarse aislado del resto de los mortales. No esperará a que se autodescarten los demás participantes del torneo, que sí han cumplido con la normativa, para levantar su vigésimo primer ‘grande’.