Yeremay se queda en el Deportivo y hay que sentirse contento. Pues sí. Es para estarlo si se considera además que el elevado salario que va a percibir (siempre me pareció obsceno hablar del sueldo de los demás aunque el trabajo a veces me lo exija) no sale de nuestro bolsillo. Y si alguna vez lo hace estaría bien que se notase poquito. Pan y fútbol por siempre. El caso es que si los propiedad del club, esa que le ha llevado a tener deuda cero a cambio de hacerse, que menos, con su control entiende que estamos ante un acuerdo sostenible que no pone en riesgo al Deportivo lo juicioso es sentarse en la grada y disfrutar: Yeremay es muy bueno y a día de hoy el club parece que ha hecho una buena operación. Los mejores siempre en mi equipo, por favor.
Con todo, la película no se acaba aquí. Llegan nuevos capítulos. Y en ellos quizás el relato aquel de los cuatro años para dar el salto de categoría empieza a parecer caduco. No se puede entender un esfuerzo así, una apuesta de ese calibre, si no se acompaña de decisiones que conviertan al Deportivo en un equipo puntero de la categoría, algo que esta pasada temporada con un excelente Yeremay sobre el césped, estuvo lejos de ocurrir. La sensación es la de que para dar ese salto hay que afrontar una profunda renovación tanto en número como en perfiles. El Deportivo necesita líderes. ¿Puede serlo ya mismo Yeremay? Seguramente a su manera, la de un chico de 23 años que también debe aprender a lidiar con su nueva realidad, la de la exigencia inherente al contrato que acaba de firmar y al esfuerzo del club por retenerlo. La grada le escrutará por ello. En su camino hacia la madurez afronta un reto mayúsculo para el que no debería de estar solo: el Deportivo necesita carácter en la caseta, tipos con temperamento y condiciones para trabajar en escenarios de máxima exigencia.
En esa construcción que acomete el club para conformar un equipo que le devuelva a la máxima categoría no estaría de más identificar los valores en los que se debe asentar su idea futbolística. Lo más básico parece de perogrullo, pero no tiene doblez. El Deportivo debe ser un equipo ganador, sólido, un colectivo que sepa que la gran mayoría de los ascensos se forjan en los partidos como local, donde es preciso no solo ser eficaz y evitar concesiones en la zaga sino también encontrar soluciones y alternativas en ataque para que los partidos no se atasquen en Riazor tal y como sucedió el pasado curso. Y ahí, en efecto, Yeremay es siempre una buena idea, una garantía para generar rebumbio en los últimos metros.
Pero es preciso acertar con las piezas que le rodean. Helton, Ximo sin percances físicos, la esperanza en la progresión de Barcia, la mejor versión de Escudero que hasta ahora no se ha visto, el esforzado Villares (y su sosias Rubén López) en un fútbol que exige esfuerzos supremos en el ida y vuelta del mediocampo y para responder en los dispositivos de presión al rival. Mella, Mario Soriano y Yeremay como tridente en la línea de creación… Un examen de la plantilla revela que estamos ante no más de una decena de futbolistas que semejan preparados para afrontar el desafío de asentar al equipo en los puestos altos de la tabla. ¿Alguien puede concluir que los delanteros que a día de hoy están en la nómina del equipo están en condiciones de hacerlo? ¿Se puede considerar como cimentada una plantilla para la que se buscan tres centrales?
Hay trabajo por delante y por lo que se ve hay también ambición. Tenemos un líder en formación del que todavía desconocemos su pelaje cuando llegue a los mandos. No es necesario dar cuatro voces para ser un referente, tampoco es imprescindible poner la nómina por delante. Yeremay irá dando pasos, su nivel está por encima de la categoría y se le intuye además que tiene margen para mejorar. Pero no se le debe cargar con todo el peso de nuestras ilusiones.