Hace unos días recibí un WhasApp con una relación de los dieciocho futbolistas del Real lub Deportivo de La Coruña que habían disputado más de trescientos partidos oficiales con la camiseta blanquiazul. La noticia estaba relacionada con la llegada de Álex Bergantiños a esa cifra de los trescientos partidos jugados con el club coruñés. El listado está encabezado por Fran González con 700 partidos y finaliza en el puesto dieciocho con Bergantiños que, a día de hoy ya alcanzó los 302.
Entre los relacionados figuran jugadores de diferentes épocas pero prevalecen los del añorado Superdepor, con Manuel Pablo en segundo lugar y 482 partidos; Mauro Silva de tercero con 459, Valerón de cuarto con 422 o Donato en quinto lugar con 393 partidos jugados. Están en ese ranking jugadores míticos como Juan Acuña, que figura en el puesto séptimo, el defensa Domínguez en el décimo o Loureda en el decimotercero. La lista se completa con Sergio, Piña, Pancho García, Vicente, Jorge, Romero, Silvi, Guimeraens y Scaloni.
De esos jugadores, once eran gallegos e hicieron casi toda su carrera profesional en el Deportivo, como Fran González que, si bien estuvo a punto de irse al Real Madrid, también colgó las botas aquí y cuyo récord con la camiseta blanquiazul veo muy difícil de superar.
Comprendo que hoy es muy complicado alcanzar esas cifras en un mismo club y que las cesiones y los contratos por una sola temporada están a la orden del día. Pero pienso que es un grave error no intensificar los contratos de mediana duración para que los entrenadores puedan ensamblar plantillas que se acomoden a sus principios tácticos, que en un par de temporadas acaben jugando como un verdadero equipo y que los aficionados reciten la alineación casi de memoria.
Por otra parte, el jugador que permanece ininterrumpidamente en el mismo club adquiere un carisma ante la afición que lo hace imprescindible para cualquier entrenador. El ejemplo podemos verlo en los arriba citados, que siempre gozaron de los aplausos de la grada. En momentos difíciles, como los sufridos por Acuña y Manuel Pablo, o en momentos felices, como los ascensos de categoría o los triunfos coperos, a estos jugadores siempre se les trató con mucho cariño.
Antiguamente a los jugadores que cumplían diez temporadas en un club se le ofrecía un partido de homenaje cuyos beneficios venían a suponer una pequeña ayuda para su jubilación. Hoy esto no sería necesario, pero debería ofrecérseles algún tipo de reconocimiento –como el mural con las fotografías de los canteranos en Abegondo– en el Estadio, como por ejemplo una gran fotografía en cada una de las puertas de entrada, empezando por Acuña, para que las nuevas generaciones deportivistas conocieran sus méritos y la fidelidad demostrada a los colores blanquiazules por estos jugadores.