No hay duda de que el deportivismo, llegado este punto, esperaba algo más. Con esto no quiero decir que Moha Bouldini no sea un jugador capaz de que el Deportivo consiga su objetivo este año. Sus números están ahí. Una media de ocho goles en las últimas temporadas en la categoría en la que acaba de aterrizar el equipo es a priori una buena cifra. Hay que tener en cuenta que a su lado van a estar Lucas Pérez, que promedia 12 goles en las dos últimas campañas entre Primera y Primera Federación, y Barbero, también con 12 tantos de media en la categoría de bronce estos dos últimos cursos.
La gente, claro, quería más. Nada es suficiente desde que el equipo cayó al pozo de la tercera categoría y desde el regreso de Lucas. Es lógico que todo se quede corto cuando la necesidad aprieta y cuando tienes que volver como sea y cuanto antes a Segunda. Otra cosa es volver a Primera. El control económico no permite los excesos que sí se podían cometer en campañas previas. Hay que amoldarse a lo que impone LaLiga. Con esos condicionantes, la confección de la plantilla está por encima de lo esperado. Aunque a priori pueda no parecerlo.
La cuestión es que da la impresión de que se confió en exceso en la continuidad. Y la continuidad no ha dado frutos. Dos partidos en los que el once del ascenso solo experimentó dos cambios: Petxarroman por Balenziaga y Mario Soriano por Barbero. Y dos derrotas. Hay que buscar alternativas, otros caminos, porque eso no ha sido suficiente para estrenar el casillero de puntos. Quedan dos días para reforzarse y 40 partidos para darle la vuelta al arranque liguero. Y eso es mucho.