Barraña, Rivera y cía empujan al Boiro a la permanencia
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Barraña, Rivera y cía empujan al Boiro a la permanencia

Barraña, Rivera y cía empujan al Boiro a la permanencia
Rivera fue fundamental en la victoria ante el Burgos. Aquí, en su etapa con el Montañeros (Redacción)

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La afición del Boiro es como su capitán. Rubén Rivera, que cumplió 32 años hace unos días, es energía, ímpetu, esfuerzo. Es empeño, como ese pueblo que se propuso dejar a su equipo en la categoría de bronce. Es empeño como esa grada de Barraña que exige, que se cabrea con lo que no le gusta, esa grada en la que se quedan sin voz muchas gargantas. Barraña, Rivera y cía empujaron al Boiro hacia la permanencia gracias a la más que merecida victoria ante un Burgos que se vio totalmente desbordado en la segunda parte.

El tan famoso gol psicológico, ese que se marca en los últimos minutos de la primera mitad, fue elevado a la máxima potencia en la mejor tarde de fútbol vivida en Barraña en lo que va de temporada. No fue en los últimos minutos, fue en el añadido del primer acto cuando Rivera cazó un balón muerto y lo llevó a la red con tanta fe que salió mordido y entró igualmente. Barraña rugió por primera vez pero la tarde daría para más, para mucho más.

El equipo de Fredi, que entró bien, mejor que el Burgos, al partido, fue perdiendo control y claridad a medida que pasaban los minutos. El 1-0 sobre la bocina fue lo más llamativo de un primer periodo sin incidencias.

Rivera, que no se cansa nunca, encontró socios para el derroche físico en la segunda mitad. Cano, ese futbolista tan diesel como potente y resolutivo, fue a más tras el descanso. Volvió loco al lateral derecho visitante. Marcos Álvarez hizo lo propio con el zurdo. Y Romay, por dentro, aprovechando la chocante distancia entre líneas de un Burgos que se descosió muy pronto, jugó para unos y para otros.

El Boiro se sintió superior y no se conformó con el 1-0. El Burgos se sintió inferior y no sabía como evitar el 2-0. Tan mal estaba defendiendo que hasta marcó en propia meta tras un centro desde la derecha de Marcos.

Chevi, de cabeza, totalmente solo en el borde del área pequeña, recortó distancias pero no metió al Burgos en el partido. No lo metió porque no volvió a inquietar. Normalmente, para generar ocasiones hay que darle importancia a lo que se hace con el balón y el Burgos no lo olió en los segundos cuarenta y cinco minutos.

Una falta - ­entre lateral y centrada­- a favor del Boiro y con pinta de disparo directo se ejecutó con un sorprendente y preciso centro buscando la cabeza de Cano, esa que martilleó la pelota a la madera. No de falta, pero también a balón parado, en un córner, Yebra transportó la pelota con veneno hacia el segundo palo, allí donde estaba Rivera, de nuevo el del brazalete, que tuvo poco que hacer para firmar el 3-1, el que provocaba la tercera gran explosión en Barraña.

Ni una ventaja de dos goles en el marcador a falta de veinte para el final convirtió al Boiro en un equipo conservador. Un minuto después de meter el tercero llegó el cuarto. Cano, que lo estaba buscando, se zampó a los centrales del Burgos en un contraataque y, desde el perfil derecho, marcó con precisión. Hasta Beda, el suplente de Rivera en las últimas semanas, se unió, ya en el descuento, a la fiesta. A la fiesta de Barraña, a una nueva fiesta del Club Deportivo Boiro.

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