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Deporte Campeón-2019-04-16-024-21ded223

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El pasado 6 de abril, el Gipuzkoa remontó 22 puntos en la segunda mitad al Estudiantes, récord de la ACB (desde 1983). El anterior, también en poder del equipo donostiarra, estaba en 21. Este curso regular en la NBA, los Nets levantaron 28 tantos (déficit a 1:16 del final del tercer cuarto) a los Kings, pero a siete minutos del final estaban solo siete abajo. La misma cifra superaron los Clippers (a 4:39 del descanso) frente a los Celtics, a los que ya habían cazado (100-100) a 6:42 de la conclusión.

Basten estos tres ejemplos, aunque hay más, para poner en perspectiva el batacazo histórico del Basquet Coruña el pasado viernes en Riazor frente al Castelló. Los naranjas mandaban por 21 tantos (76-55) cuando restaban 6:41 por jugar, y acabaron perdiendo por uno (83-84). Lo nunca visto. En ese maldito lapso de tiempo, los locales encajaron 29 puntos, la suma de los que había anotado el conjunto levantino en los dos periodos intermedios juntos. 

Sin soluciones
Más allá del colapso de los jugadores, el partido dejó marcado a Gustavo Aranzana. Durante el chaparrón final, el entrenador pucelano se mostró estático, sin soluciones de urgencia y carente por completo de picaresca. 

Pidió dos tiempos muertos, el primero bastante precipitado, tras un parcial de 2-9 (78-64). El otro, más justificado, cayó con 78-70 y 4:07 por delante, demasiado tiempo, vista la dinámica en que había entrado el choque, para quedarse  sin más opciones de volver a parar el juego.

Pero sí las tenía. Por ejemplo, provocar una técnica (su homólogo Toni Ten lo hizo tras el 71-51), recurso, más viejo que la humedad, de muchísimos entrenadores a lo largo de la historia. Frenar la inercia del rival, dejar que sus jugadores se calmasen y oxigenasen la cabeza en la pista, no en la banda en medio una charla con peligro de provocarles más confusión y presión. 

Sin estrategia
No lo hizo, y en el (previsible) final apretado, Ten dispuso de un tiempo, que usó a 20 segundos del bocinazo, para diseñar la jugada que Romá Bas convertiría en la canasta ganadora. Restaban algo más de tres segundos y Aranzana se tuvo que conformar con hacer un cambio. En la posesión final, Quinton Stephens dudó al recibir el balón. No había nada preparado.

En los minutos de la remontada, el Basquet Coruña encajó cinco triples– cuatro de ellos consecutivos en poco más de dos minutos–, cuando el Castelló tan solo había convertido dos en los más de 32 minutos precedentes. 

Otro error imperdonable el no haber dado prioridad a la defensa exterior, porque la aritmética más simple dice que se descuenta más rápido de tres en tres que de dos en dos. Esa laxitud perimetral –los cinco triples fueron liberados– hizo posible que el conjunto levantino enjugase la friolera de más de tres puntos por minuto.

La proyección de esta frecuencia a 40 minutos daría como resultado la derrota de un equipo por una diferencia aproximada de 140 puntos. Una barbaridad que subraya la dimensión de la hecatombe de un equipo que, ganando, sellaba la permanencia.

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