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Nunca se deja, ni en el deporte ni en la vida. En una época en la que se piden resultados automáticos, que todo sea para ayer, que lo importante es la meta y no el camino, no está de más recordar que nunca dejamos de aprender.

En cada entrenamiento, en cada partido. El valor de lo que haces durante la semana luego se refleja el fin de semana en el encuentro. Dicen que uno juega como entrena y, generalmente, es así. Si no le pones intensidad y ganas a lo que haces en la previa de la jornada esta llegará y el choque pasaría por delante de ti pero tú no influirás en él.

Es como en la vida, hay gente que transita por ella y hay otros que quieren dejar su impronta, que la viven intensamente, que quieren recordar su paso por la misma con una sonrisa. La actitud es muchas veces más importante que la aptitud. Es innegable que hay que tener ciertas cualidades en la práctica deportiva, pero la voluntad de mejora constante y de tomarse cada día como una oportunidad para aprender es algo entrenable.

Muchos padres de equipos de formación se frustran porque quieren que su hijo adquiera las destrezas en dos días. Cuando cultivar la psicomotricidad y los fundamentos técnico-tácticos de un deporte es algo que se tarda años en aprender y sobre lo que, paradójicamente, nunca se deja de conocer del todo. Porque rapidez y éxito no son buenas consejeras, la paciencia es la mejor arma ante la inmediatez de la objetivo por encima del trayecto.

Pensar que ya se sabe todo, que ya no se puede mejorar, es un error muy común que a veces todos cometemos, sobre todo en aquello que sabemos que ya se nos da bien. Pero es enemigo mortal del deporte. Concluir que ya se ha llegado un tope, que ‘no va más’, es un error muy común, pero que no cometen los más grandes. No pensó que había llegado a su cima un Rafael Nadal que vive una segunda juventud y que es insaciable. Su tenis ha evolucionado, ha crecido con él, demostrando que nunca se deja de aprender si se tiene la mente despierta y la intuición viva.

Ojalá mantengamos siempre una llama encendida, ojalá nunca nos conformemos ni nos acomodemos. Saber más, superarse a uno mismo es la clave para una vida plena y feliz. Y si eso lo aderezamos con el ‘chute’ de endorfinas que supone la práctica deportiva tenemos la receta perfecta. Tengámoslo claro: nunca dejemos de aprender.

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