Si soy sincero, amigos de `A mi manera', no sé por dónde empezar. Lo que vivimos en la tarde del sábado carnavalero en Butarque, si lo miras desde la perspectiva de estos días, lo del Leganés-Deportivo ha resultado, al menos para el deportivismo, una auténtica carnavalada, pero si recurres al ámbito meramente deportivo, Dios mío lo que sale. No sé qué pensar, si Gaizka Garitano vino a Riazor a certificar su categoría como técnico-entrenador, al menos a juzgar por sus elogios al plantel que se puso a su disposición, o a tomarnos el pelo como tal, porque ya sobrepasa las veinte jornadas y no fue capaz de dar con un once medianamente garante.
Ante el Leganés y un joven colegiado que permitió de todo a los locales, el fútbol deportivista brilló por su ausencia, con un juego endeble, desangelado, sin viveza, falto de ideas y casi siempre a merced del rival que, cada vez que salía al contragolpe sembraba el pánico en el sistema defensivo de los herculinos que, dicho sea de paso, distan mucho de ser lo que fueron en el aspecto físico. Más que los goles encajados (4) la desilusión caía por otro lado, sin que apenas se dieran muestras de querer mejorar el 2-0 de la primera mitad.
Bueno, ya tenemos nuevo técnico, Pepe Mel, un buen conocedor y experto en la Liga española, exigente, valiente y luchador hasta la extenuación. Aún así, es dura y difícil la tarea que le espera al nuevo técnico blanquiazul, porque el mes de marzo que está empezando va a exigirle mucho, muchísimo, a poco que repase el calendario que tienen por delante los de Riazor, con cuatro partidos en casa de los cinco que restan para alcanzar las dos semanas sin fútbol de Liga para dar paso a una doble jornada de la selección española, con un España-Israel, clasificatorio para el Mundial 2018 y un amistoso más, y uno a domicilio (Gijón).
Pero vayamos al "marzo marzal, pola mañán carita de rosa e pola tarde cara de can", lo que espera al Depor. Casi nada. Nada menos que cinco partidos oficiales -uno de ellos aplazado en su día por las famosas cubiertas del estadio- en poco más de dos semanas. Cinco confrontaciones en dieciocho días, con quince puntos en juego, doce de ellos en el mismísimo Riazor y solo uno a domicilio. Por eso no es mucho pedir que, cuando menos, se sumen diez puntos al casillero deportivista.
Esto es lo que tendrá que afrontar el nuevo técnico: el jueves, día 2, el Atlético de Madrid en casa; desplazamiento a Gijón para vérselas con el Sporting el domingo día 5 y a continuación tres encuentros seguidos en el recinto coruñés, el 8, festivo local, recibiendo al Betis, aplazado el 5 de febrero, para dar paso a los dos más de Liga, también en casa, ante el Barcelona, el domingo día 12 y, siete días después, el 19, con el derbi gallego, Depor-Celta. Lo dicho, casi nada. Hay que ganar cuando menos, dos de casa y el único a domicilio, además de algún empate que caiga por ahí. Diez puntos de quince en juego, que no estaría mal. Forza Depor.
P.D.- Trataré de ser breve, pero la analítica al colectivo arbitral que viene prodigándose estos días no puede zanjarse con su propia respuesta, "los árbitros somos buena gente". Faltaría más. Jamás he dudado que todos los que me rodean, árbitros incluidos sean buena gente. Ellos, los árbitros a los que está juzgando son aquellos que no están a la altura de la normativa arbitral, sin dejar de ser "buena gente", ya que, en su mayoría perjudican o benefician más a unos equipos que a otros, lo que pone en duda su calificación como árbitros, no como personas. Hay que dejarse de zarandajas y afrontar, con apoyo técnico o no, los errores que se vienen produciendo en fueras de juego, agresivos codazos, penaltis provocados, etc., que son los que están creando el problema. Ser buena gente no quiere decir ser buen árbitro. ¿Comprendido, señores colegiados?
