Hace unos días que se apagó la vida de Manolo Loureda, y a la vez se encendió una estrella en el firmamento deportivista. Todos los compañeros han escrito y hablado de este futbolista de talento, poniendo en valor todo lo que dio al Depor uno de los pocos jugadores que en su carrera solo vistió de blanquiazul.
Loureda triunfó en el fútbol como podría haberlo hecho en lo que le hubiera dado la gana. Tenía estilo para todo. Podría haber sido una estrella del Rock and Roll, un actor de Hollywood, paseado por el foro en la Roma Imperial o capitaneado un galeón de la Armada Invencible. Hubiera tenido éxito en todo, porque era un hombre excepcional.
Creo firmemente que el gran Manolo le importaban poco las cosas banales, él perseguía a la propia vida
Conocí de verdad a Manolo en O Courel, donde se escapaba del mundanal ruido para Manolo ser él mismo.
Recuerdo charlas de horas, recuerdo agujetas en el estómago de la risa que provocaban sus historias, enormemente divertidas.
Creo firmemente que al gran Manolo Loureda le importaban poco las cosas banales, incluso el propio fútbol. Lo que perseguía este 'gentelman', este 'enfant terrible' era precisamente la vida. Las estrellas nunca mueren, siempre alumbran. Y la suya es ahora de las más luminosas. No podía ser de otra forma.
