BIEN PODRÍA SER UNA FIESTA
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BIEN PODRÍA SER UNA FIESTA


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Bien podría ser una fiesta. Podría amanecer una gran jornada en A Coruña, con los aficionados llenando la mañana de Marineda, asomados al balcón del Paseo Marítimo, avistando Riazor, pasado el mediodía, rumbo al santuario blanquiazul.

Bien podría ser una fiesta. Con miles de seguidores desplazados de toda Galicia para animar a su equipo del alma. Con una entrada de las que arranca una sonrisa de orgullo cuando miras a tu alrededor y solo ves una marea blanca y azul enorme, que puebla las gradas del estadio deportivista y que genera un impresionante oleaje para mecer a su equipo en el rumbo a la victoria.

Bien podría ser una fiesta. Un balón largo hacia Andone, una galopada directa al corazón del área del Málaga y un gol para celebrar, para romper las cadenas del aburrimiento y de miedo al descenso que atan las muñecas del deportivismo y no le dejan bracear y mostrarse con una mínima dosis de alegría.

Bien podría ser una fiesta, con un córner colgado al área andaluza y un remate impecable de Arribas para marcar el 2-0 y sentenciar el encuentro, dando un paso adelante muy importante, crucial y básico. Alejando de nuevo los fantasmas del descenso y pensando en la siguiente final, en el siguiente envite en el que será necesario, de nuevo, que los jugadores blanquiazules lo den todo. Esa es la clave. Si el sábado lo hacen, bien puede ser una fiesta. En caso contrario, otra pifia.
 

BIEN PODRÍA SER UNA FIESTA

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